TE DEUM 2008
Homilía del Cardenal Francisco Javier Errázuriz O.,
Arzobispo de Santiago.
Catedral Metropolitana, 18 de septiembre de 2008
(extracto)
Maestro, ¿dónde moras?
También el pueblo de Chile, al igual que los primeros discípulos, no busca tan sólo bienes materiales y espirituales, busca el rostro y la bondad de Jesucristo, busca a Aquel que es el origen de nuestra sabiduría, nuestra esperanza, nuestra solidaridad y nuestro canto. Constatamos tantas veces que al igual que los primeros discípulos, cuando el Señor le pregunta “¿Qué buscan?, su respuesta es “Maestro, ¿dónde vives?”. Y la reacción de Jesús no se deja esperar: “¡Vengan y lo verán!”. Él nos ofrece la experiencia de su amistad personal y de su verdad, es decir, de “su hogar”, el hogar donde es posible encontrar a nuestros hermanos y a nuestro Padre.
Lo encuentran incontables chilenos en horas de contento, de aflicción y de dolor. Por eso, vibró el alma de nuestro pueblo cuando supo que el General José Alejandro Bernales con su esposa, trágicamente fallecidos, eran un matrimonio unido por la misma fe y esperanza, que los llevaba a acercarse a quienes más sufrían en su institución. Y se conmovió el alma de nuestro pueblo cuando tuvo conocimiento de la reacción cristiana de los padres y de las compañeras de las nueve niñitas del Colegio Cumbres que se habían accidentado en el Norte y habían fallecido. No dudaban de que esta vida es un camino al cielo, al encuentro y el amor definitivo. En el mismo ámbito de la fe, este año fuimos testigos de la gratitud que le guarda nuestro pueblo a la Virgen María por su entrañable amor a Jesucristo, y en Él a todos nosotros. Acudió masivamente a los santuarios donde se la venera -los del norte, del centro y del sur del país-, no porque fuera una obligación, no el lunes anterior o posterior al 16 de julio, sino el mismo día de su fiesta. Simplemente por cariño, el que le tenemos a quien queremos como a la mejor de las madres, a la madre de Jesús.
Transmito estos deseos a todos ustedes, a nombre de los obispos, pastores y ministros que se han unido en nuestra oración ecuménica, tanto en este templo como en todo el territorio nacional. Al Padre de los cielos, rico en misericordia, le pedimos que el “alma de Chile” se manifieste cada vez más en nuestra convivencia, y que nosotros podamos contribuir a satisfacer las búsquedas de quienes anhelan más amor y verdad, más justicia y solidaridad, más paz y felicidad, sobre todo conduciendo hacia el encuentro con Aquel que nos amó primero y es la fuente de todo bien. Así apreciaremos cada vez más como nuestro gran tesoro la vida y el espíritu que nos da Jesucristo, y que nos confiere la alegría de ser entre nosotros verdaderos servidores y hermanos.
texto completo en www.iglesia.cl
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